Villa de Grado - Asturias - España
Crónicas
Mosconas
Gustavo
Adolfo Fernández Fernández
Una escultura para Villabella César García Santiago, el Quijote moscón, anda inmerso en otro de esos proyectos suyos en los que sólo él parece creer pero que siempre, aunque sea a trancas y barrancas, logra sacar adelante. César es el presidente, y en la práctica único miembro, de la Asociación de Coleccionistas de Fotos Antiguas (ACFAYD) que está desarrollando desde hace años un importante papel en la recuperación y difusión de la historia local de Grado; otro tema que hoy no nos ocupa, aunque nos preocupa, es que probablemente este papel debería corresponderle y debería ser asumido por otras instituciones o personas, pero siempre acabo diciendo lo mismo “hace más el que quiere que el que realmente puede”. Pero vayamos al grano, nuestro “quijote” local se ha empeñado, en esta ocasión, en conmemorar por todo lo alto el próximo año el 50ª aniversario del fallecimiento del entrañable médico don Fernando Villabella. La idea de César es ponerle su nombre al Centro de Salud de Grado, para lo que ya ha iniciado los correspondientes contactos, y dedicarle además una escultura obra del prestigioso Favila, para lo que se ha abierto una suscripción popular en varias entidades bancarias y se están vendiendo calendarios conmemorativos. El médico don Fernando A pesar del tiempo transcurrido, Grado sigue recordando con mucho cariño al que fuera su médico durante medio siglo; todos los que le conocieron evocan su típica estampa ataviado con pantalones de pana y una capa de paño de Béjar. También se le recuerda siempre a caballo, el vehículo ideal que le permitía acudir solícito a los rincones más inaccesibles de Grado y su comarca. Cuentan que era un trabajador incansable y que se volcaba con mayor ilusión entre las gentes más sencillas; nunca tuvo horas de consulta porque en cualquier momento del día o la noche recibía en su clínica y salía a cualquier pueblo o aldea. El diario Región, en la crónica del entierro de este popular médico, recuerda que “en un radio de decenas de kilómetros no había casa, familia ni individuo que don Fernando no conociese. Sabía dónde estaba cada fuente y cada atajo y en qué árbol cantaba el malvís mejor. Y en qué recodo de cada camino lo había tirado éste o el otro penco”. Don Fernando Díaz Villabella había nacido el 17 de enero del año 1882 en la finca conocida como “La Ochava” en la parroquia moscona de San Miguel de Báscones. Era el mayor de los siete hijos (Fernando, María, Teresa, Joaquina, Carmen, Ángeles y Manuel) del matrimonio de Don Manuel y Doña María de las Mercedes. Su padre, ya había sido médico titular de Grado desde 1879 y hasta su prematura muerte en 1889 cuando contaba tan sólo 46 años. D. Manuel, que había sido compañero de Ramón y Cajal, fue autor de la obra “Ginecología para médicos rurales” y colaborador de la Revista Asturiana de Ciencias Médicas de Oviedo y del Siglo Médico de Madrid. Fernando Villabella, tras ser bachiller a los quince años, siguió los pasos de su progenitor y comenzó su licenciatura en medicina, allá por 1897, en la Universidad madrileña de San Carlos. Fue alumno interno por oposición en el Hospital de Beneficencia de Madrid y finalizó sus estudios en 1905, tenía entonces 23 años. Estando adscrito a la cátedra del profesor Isla, ayudaba a éste atendiendo a los diestros heridos durante la celebración de las corridas de toros, de las que fue desde entonces un gran aficionado. En 1907 es nombrado médico titular de Bayo, ya en el concejo moscón, y en 1909 consiguió la plaza de médico titular de Grado, donde ejerció hasta el final de sus días. Vivió en la calle de La Pedrera, hoy en día Manuel Pedregal, junto con tres hermanas y cinco sobrinos. Cuentan que era una persona con gran sentido del humor, aunque de cierto genio y pronto; contaba entre sus aficiones la caza y la crianza de perros destinados a la misma, precisamente había sido el introductor en Asturias de los perros de caza ingleses “pointer”. Por supuesto también era aficionado a los caballos, llegando a poseer buenos ejemplares que como ya he dicho empleó en su quehacer cotidiano como médico rural. Como buen asturiano, gustaba de beber sidra, y curiosamente solía llevar consigo su propio vaso para degustarla en la añorada sidrería “El Infierno”. También se decía que cuando iba al barbero utilizaba sus propios útiles. Don Fernando era un hombre de gran cultura, heredó de su padre una importante biblioteca en la que destacaba una de las primeras ediciones del “Quijote”. En la época de la dictadura de Primo de Rivera fue nombrado delegado cultural de Grado y disfrutaba de la tertulia literaria que se formaba en el “Café Exprés” con amigos como Manuel Barbón, Casimiro Bances o Ricardo del Rosal. Su popularidad se extendió por toda la comarca, siendo muy admirado por los enfermos, que veían en él al hombre milagroso que todo lo curaba. De su intensa labor profesional se recuerda especialmente la grave epidemia de gripe que asoló a Asturias y gran parte de España en el año 1918, y su actuación atendiendo a tres enfermos de rabia, teniendo que someterse en las tres ocasiones a tratamiento preventivo. Don Fernando falleció el día 5 de agosto de 1955 a los 73 años de edad. Su entierro coincidió, caprichos del destino, con el cincuenta aniversario de dedicación total y absoluta a su profesión. Según la prensa de la época, más de 4.000 personas asistieron a su funeral, que se convirtió en “una manifestación imponente de duelo sin precedentes en la localidad”. Incluso el comercio local cerró sus puertas a las cinco de la tarde para acompañar al féretro que fue llevado a hombros por paisanos de distintas aldeas hasta el cementerio municipal de Grado. El Ayuntamiento moscón, en sesión plenaria del 27 de marzo de 1958, acordó dar su nombre a una de las calles más importantes de la villa moscona, hoy conocida como Avenida Fernando Villabella. Sin embargo, es ahora, 50 años después de su muerte, cuando se prepara un homenaje por todo lo alto para don Fernando. La escultura Me consta que somos muchos los moscones que lamentamos todavía hoy que no fuera Favila el autor de la escultura que hay en la plaza de Grado en homenaje a las vendedoras del mercado. Resulta incomprensible que en su día (1999) el Ayuntamiento de turno no aceptara el ofrecimiento, para hacerse cargo de esta obra y a precio de coste, de un artista de tanto prestigio y tan vinculado a Grado como Favila. De nuevo Amado González Hevia “Favila” se vuelca altruistamente con el pueblo que le vio nacer y de sus hábiles manos saldrá la estatua de Villabella. La idea inicial era realizar un busto y colocarlo en las inmediaciones del centro de salud, pero conforme el proyecto va tomando forma se ha replanteado la ubicación más idónea para la obra y el proyecto que ha presentado recientemente el artista es finalmente un relieve de don Fernando, cómo no, a caballo y usando como modelo la fotografía que acompaña este artículo. Sea como fuere, para que el proyecto se materialice queda mucho camino por recorrer, y sobre todo hace falta la colaboración económica de instituciones públicas y privadas, y de particulares a través de las cuentas bancarias abiertas. A nuestro quijote César, sólo le pido que tenga cuidado con los molinos, o los gigantes… o lo que sean. |