Gran estela romana de Dóriga, en el Tabvlarivm
A mi maestro y amigo Francisco Diego Santos. Con motivo de la celebración del quincuagésimo quinto aniversario del Tabvlarivm Artis Astvriensis, me parece oportuno dar a conocer una de las numerosas piezas importantes que en él se conservan gracias a mi gestión incansable y permanente cuidado. En el caserío denominado El Barreiro (parroquia de San Antolín de Dóriga y concejo de Salas) existen todavía restos arruinados de la conocida localmente como «Casa Manolón» que, habiendo sido construida en el siglo XIX, se deshizo hacia 1940. En 1943, su dueño el vecino don José Suárez Menéndez, fallecido el 1 de febrero de 1999 utilizó parte de los escombros, que ofrecían alguna utilidad, entre los que recogió una piedra larga y estrecha que hacía de dintel en una de las ventanas de la fachada meridional, principal para la casa. La estructura formal, esbelta, de dicha piedra, parecía propia para ser aprovechada como pie derecho en el cierre alambrado de su huerta. Pero resultó que, si el lado visto era plano y liso, al darle vuelta pudo verse parte de un bajorrelieve con restos de figura humana rodeada por un adorno sinuoso. Tuve noticia de la existencia de esta pieza en una conversación que mantuve, entre otras muchas, con mi buen amigo don Gumersindo García Fernández, que fue durante muchos años cura párroco de Cornellana, ya fallecido el 11 de diciembre de 1999. Poco tiempo después de haber sido informado, tuve ocasión, en fecha 9 de marzo de 1971, acompañado por otro buen amigo mío, don Manuel Suárez Fidalgo, de visitar en la citada localidad de El Barreiro al susodicho poseedor de la piedra, don José Suárez, quien nos acogió muy cordialmente, en compañía de su esposa, y tras una interesante y larga conversación accedió a cederme, por compraventa, la piedra ya que, según me dijo, tenía para mí «mucho más interés que para él». Amablemente, nos ayudó a trasladarla, a lomos de un poderoso jumento de su propiedad, que aguantó bien los ciento y pico kilos sobrellevados durante algo más de un kilómetro senderil hasta donde habíamos aparcado el 600 de mi amigo y en el que nos vimos negros para poder instalar el pétreo monumento. Sus características materiales son las que paso a describir ahora. Con recia estructura de piedra caliza, color gris claro procedente sin duda del terreno inmediato local en el que abundan canteras de lo mismo presenta las siguientes dimensiones: 121 centímetros de alto; 34,5 centímetros de ancho y 14 centímetros en su parte superior y 17 centímetros en la inferior de grueso. Se trata de un fragmento conservado: la mitad vertical izquierda del observador de una estela con frente rectangular que, completa, probablemente medía 70 centímetros de ancho y no menos de 160 centímetros de alto, habida cuenta de que a su base actual, mutilada transversalmente, le fue eliminado un mínimo de 40 centímetros, como poco. El citado frente rectangular está rematado en arco, segmento circular de unos 90 grados (incluyendo la mitad que falta); este tipo de remate curvo resulta algo frecuente por nuestra zona, con innegable ascendencia céltica, cuya peculiaridad se ve aumentada en esta excepcional pieza por el infrecuente detalle decorativo que, con un ancho de 15 centímetros, orla todo el borde de su frente y que sólo aparece en otras tres de las hasta ahora ya muy conocidas estelas astures: se trata de dos haces de tres nervios ondulados y entrecruzados. También resulta sumamente notable, por lo rara, la figura temática, esculpida en bajorrelieve, que representa a un varón togado lo que es muy poco frecuente en Hispania, figura sólo compartida en Asturias por el fragmento de estela hallada en Los Cabos (Santianes de Pravia). Lo más importante, en este caso, es la mutilada inscripción grabada en dos renglones, cuya segunda mitad derecha del espectador ha desaparecido con el resto de la estela, pero cuya cantidad de letras no podría exceder de la que existe en la mitad conservada y que es así: P A L A R... (altura media 4,4 cm.) / T I P R... (altura media 4,1 cm.) En principio, lo más raro es el antropónimo «Palarus» o «Palarius», ya que sólo conocemos otro «Palar»... en inscripción romana hallada en la provincia de León (localidad de Barniedo, Ayuntamiento de Boca de Huérgano y partido judicial de Riaño), entre las numerosísimas inscripciones romanas registradas en Hispania. La interpretación, desde mi punto de vista, sería subrayando lo que hay: PALARIO SES/ TI PROGEN F Esto es «a Palarius Sesti, hijo de Progeneus». La razón no es otra que la consideración de cuanto sigue: es más que evidente la profunda relación formal, local, cronológica y familiar entre la estela que ahora doy a conocer y las otras dos, ya conocidas, halladas en un territorio central de Asturias no muy extenso y muy romanizado toponímicamente: la primera, publicada ya en los últimos años del siglo XIX (1887, Miguel Vigil, C. y 1892, Hübner, Aem.), apareció en El Castiello de Dóriga (parroquia de San Esteban) y se halla, desde aquellas fechas de su publicación, en la finca Selgas de El Pito (Cudillero); la segunda, recuperada e interpretada en 1947 por mi viejo amigo José Manuel González Fernández, es originaria de Santolaya de Valduno, concejo de Las Regueras, y fue hallada junto a los restos de una desaparecida villa romana sobre los que se construyó el templo parroquial. Hoy se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias. Parece más que probable que la cronología de estas tres estelas no se aleje del siglo primero de nuestra era, situándose hacia mediados del mismo la de El Castiello de Dóriga, cuya elegancia de factura supera sin duda a las otras dos que, por todos conceptos, derivan de ella; su inscripción, relativa a la dama que la motiva, está mutilada igualmente que la de «Palarius», pero de la otra mitad izquierda del espectador y sólo puede leerse la segunda mitad de los dos renglones que tenía: ... A E T A L A V I F/ ... N E I V X S O R I lo que fue completado imaginariamente por Aemilius Hübner como: PELSINAE TALAVI F / RECTVG ENEI VXSORI Por mi parte, me atrevo a proponer la siguiente interpretación: DORICAE TALAVI F / PROGENEI VXSORI O sea: «A Dorica, hija de Talauus, esposa de Progeneus», teniendo en cuenta la inscripción segura de la estela de Valduno: SESTIO MVNIGALICO PROGENEI F, etcétera. La indudable relación familiar me induce a pensar que la hija de Talauus que yo insinúo que se llamase Dórica fue la esposa de Progeneus y que ambos tuvieron a Palarus Sesti hijo de Progeneus, al cual, en su momento, le fue dedicada la estela de El Barreiro de Dóriga, que aquí presento. Aunque pueda parecer aventurada mi propuesta, considero muy lógico pensar en el topónimo Doriga o, quizá mejor, Dóriga que deriva, sin duda, de un antropónimo cuya raíz no puede ser otra que «dorius-doria», o «doricus-dorica», la cual germinó extendiéndose por toda la zona enseñoreada por su titular y sobreviviendo, con toda vitalidad, a un desgaste lingüístico de casi dos milenios completos. A este curioso e importante grupo de estelas romano-astures de mediados del siglo primero, hay que agregar sin duda la estela aparecida en Los Cabos parroquia de Santianes de Pravia, donde se hallaba empotrada al interior del muro que hacía de zócalo del hórreo, propiedad de doña María Fernández Arango, a la que llegó procedente de restos de una capilla convertida en almacén de labranza. Dicha señora se la cedió a mi viejo conocido José Ramón Menéndez-Viña Díaz-Ordóñez, quien la vendió al Museo Arqueológico de Asturias por el año 1958. Dicha estela, fragmentada y a la que le falta una gran parte, ofrece, sin embargo, un importante contenido que, sin duda, se relaciona con nuestro tema: trátase de un medio relieve que representa la figura de un togado con la cabeza de frente, mano izquierda hacia abajo sujetando el manto y el brazo derecho en alto habiendo perdido la mano. De su inscripción solo parece conservar una línea final de la que sólo quedan las letras que dicen: ... A R I O S E S T I Esta inscripción coronaba la figura, pero falta su parte superior que no sabemos de cuántos renglones constaba. De todas maneras, podría tener alguna relación con el supuesto «Palario Sesti», del que supongo forma grupo no sólo por el nombre sino por ser un togado y su aparición no muy alejada del territorio de Dóriga. En el conjunto formado por estas cuatro piezas se aprecia la estrecha similitud de sus estructuras, su contemporaneidad, la igualdad decorativa, la proximidad topográfica y el carácter primitivamente clásico de su época a mi juicio, entre los años 50-100 p.C.. Si se añade la evidente relación familiar que se deduce de las respectivas expresiones nominales, tanto concisas como abreviadas, todo ello confirma el momento histórico aludido, esto es, el de los inicios del dominio romano en esta zona central de Asturias. En resumen, estamos ante una de las piezas más antiguas y refinadas de la romanización de Asturias y que, al mismo tiempo, es una muestra evidente y testimonial de la alta valoración que ciertas zonas de nuestra tierra provocaron en el ánimo de personalidades supervaloradas por otras sobrevenidas al calor de la ya encajada invasión dominadora.
Joaquín Manzanares