Villa de Grado - Asturias - España

Moscón

Santa Eulalia de la Mata

Cabeza de las antiguas jurisdicciones de la fortísima casa de los Miranda, perdió su capitalidad sin inquietarse, al ser agregadas aquéllas a los Municipios donde estaban enclavadas.

Abarcaban las tales jurisdicciones parte de La Mata, con el coto de Villanueva y las parroquias de Coalla y Cabruñana, en Grado; Dorigas y Soto de los Infantes, en Salas, y Luerces y Quinzanas en Pravia.

Al Ayuntamiento de La Mata acudían en casos arduos o difíciles los Jueces de todas las aludidas jurisdicciones, y se juzgaban con los Regidores, algunos perpetuos para resolver lo que procediera, con anuencia del Señor.

Aún hay quien recuerda haber visto a los quintos de los Ocho señoríos venir a tallarse a la "Casa de la Venta" o antigua Consistorial, una de cuyas celdas, la que hizo de cárcel, conserva este nombre todavía.

La jurisdicción de La Mata - como la de Cabruñana y Coalla - era, pues, absoluta y pedánea de los Miranda, correspondiéndoles por sus facultades peculiares y privativas el nombramiento de Oficiales de Justicia. Mas, como queda indicado, la jurisdicción no se extendía a todo el territorio de La Mata, aunque si a la mayor parte: desde muy cerca de La-cay, donde estaba el Ayuntamiento, extendiéndose por Santo Dolfo, Riviellas y San Pelayo, hasta la parroquia de Grado, pertenecía al Concejo, y los demás era del Couto, como todavía lo llaman los habitantes de la parroquia.

Pagábanle al Señor hidalgos y pecheros el terrazo o cuarta parte de las cosechas, las que se evaluaban pericialmente por personas honradas designadas por Valdecarzana y los vecinos, viniendo a importar, una año con otro, 30 ducados; mas por la cosecha del vino satisfacían el quiñón o tercera parte de la misma, siendo 29 los días de bueyes a viñedo por los años de 1710 (La plantación del viñedo había disminuido, y continuó disminuyendo hasta desaparecer); los pecheros, que eran siete el expresado año, sobre lo dicho aportaban el dinero de la marrana, valorada una con otra en cuatro reales para los efectos del tributo. Además, todos los vecinos estaban en costumbre de contribuir, anualmente, el día de Navidad, con un carro de leña, tasado en real y medio, y de acudir, si eran llamados en tiempo de recolección, son sus yuntas y carros, y en cualquier tiempo, para el transporte de madera , piedra, etc, con destino a edificios o tierras de su Señor. De resistirse, invocábase la razón de vasallaje, que les fue negada a los Miranda al hacerse el ya nombrado Real Apeo del Concejo de Grado

A S.M. pagaban unos vecinos 12 maravedises y otros 4, y aún menos, según sus haberes, y para la paga principal, que era de 61 ducados y 8 maravedises anuales, suplía el dinero de la taberna que tenía la jurisdicción.

Por escritura otorgada el año 1086, los hijos de Froila Osóriz dieron a la iglesia de San Salvador de Oviedo la villa de Santa Eulalia o de La Mata: in territorio Pramaro villam que apellatur Santa Eulaliae meditucum in ex ab omni integritate (Libro gótico de Oviedo).

Ejercía el Alcalde y Justicia Mayor del coto en 1722, D. Manuel González, de grata recordación,pues supo prudentemente cortar las reyertas que venían suscitando los remates de Alcabalas en la feria de San Simón (que aquí se celebraba, como igualmente la de los Prados), remates que , según inveterada costumbre, tenían lugar en el pórtico de la iglesia parroquial y no en el Ayuntamiento, como era de presumir.

Pesaban las Alcabalas sobre la venta de paños, hierro, monteras, zapatos, madreñas, y se imponía el 4 por 100 en la venta y reventa del ganado en las ferias de la parroquia.

Se acordó trasladar a la capital del Concejo la feria de San Simón el año 1852; pero hasta cuatro años después no se cumplimentó el acuerdo, por la oposición de este vecindario, que tampoco pudo impedir se le arrebatase más tarde la feria de los Prados, así llamada por verificase en una extensa pradera cercana a San Pelayo.

Formó La Mata Ayuntamiento Constitucional el año 1821, alegando razones semejantes a las de Peñaflor, si bien no fue tan resuelta ni unánime como allí la actitud o exigencia de los habitantes para seguir disfrutando de libertad.

Parroquia esta la mas importante del Concejo, si se exceptúa de de Grado, de la que está separada por el Cubia, tan sólo se comunicaba con ella, en buena parte, por medio de un ínfimo puente, juguete del río hasta 1875; sustituido por otro , también de madera, pero más ancho y sólido, acaba a su vez de ser reemplazado por el metálico que está sirviendo, de dos tramos y de relativa belleza, costeado por el Municipio, como el anterior; puente de interés vital para la comarca, porque es el que da paso al frecuentado y referido camino, a trechos concluido, que une la villa con Bayo, sirviendo a casi todo el distrito llamado del Alfoz.

El risueño lugarín de San Pelayo, cruzado por la carretera de Occidente, está de la villa tan próximo, que puede tomarse como uno de sus barrios.

San Pelayín es muy antiguo. Ya el rey Ordoño II, por su testamento del año 921, otorgó a San Salvador de Oviedo la iglesia de San Pelayo, junto al río Cubia, con sus pertenencias; y en otra donación que se hizo en tiempos de Ramiro II, año 945, vuelve a citarse a San Pelayo de Valdepramaro. Algo después el 30 de Mayo del 967, el Obispo de Oviedo, D. Diego, otorgó carta de testamento, confirmada por muchos Presbíteros y Diáconos, declarando en ella ser poseedor de la villa e iglesia de San Pelayo, en el valle de Pramaro, y concedérselas por entero a las Catedral de Oviedo, con todas las familias, huertas, montes, prados, aguas, pesquerías, molinos y cañaverales situados en una y otra parte del río Cubia (In territorio Pramaro concedo integram Ecclesiam Sancti Pelagii cum sua villa ab omni integritate cum mulinis y cannalegis in Cubia Flumine), etc.

Hoy no existe ni el recuerdo de aquella iglesia, a la que vino quizás a reemplazar la modesta capilla de San Pelayo hace poco reformada.

Próximo al mismo lugar está un antiguo puente del camino real, que,a pesar de su insignificancia, consideró la diputación que era paso necesario y transitante para los reinos de España.

Otro pequeño puente hay también a la salida de San Pelayo, en la carretera, y sobre aguas derivadas al Cubia, que, habiendo sido deshecho por una crecida el año 1897, quedó incomunicada, en esta zona, la parte oriental con la occidental de la provincia durante largas horas. Fue tan excepcional la avenida, que inundó el lugarillo y ocasiono muy graves daños.

Ya hemos dicho que aquí se barrenaban y probaban los cañones de fusil fabricados en Grado para el Estado, y que terminó esta industria cuando se restableció en Trubia la fábrica de Artillería.

En la actualidad es San Pelayín una aldea floreciente, a la la que favoreció el ferrocarril por estar en sus tierras la estación de Grado.

 

Son numerosas las panaderas, que ya de antiguo venden sus productos en los mercados de la villa.

La iglesia parroquial de Santo Dolfo de la Mata, que es de las primitivas del término, viene a estar compuesta de dos edificios adosados, la antigua y la nueva iglesia, de mayor capacidad esta, que tiene en su parte central, interior, en el lado del Evangelio, unas portadas de arco bien redondo, ingreso a la iglesia primitiva, y parece de los mas antiguos en su clase; sobre dos toscas columnitas sin base, descansa un confuso e informe capitel romanesco, que al propio tiempo es jamba corrida, con la particularidad de que constituyen el capitel dos figurones, cuyos brazos, violentados, ciñen la jamba.

Cuenta el pavimento hasta 46 piedras sepulcrales, numeradas, y una tiene este epitafio:

SEPV(L)CRO ....

REGTO EL ....

COLADO

AÑO DE

1806

Bajo esta losa esta enterrado un párroco que fue de esta iglesia.

Debajo de la tribuna hay otro letrero que puede referirse al año de la construcción del templo o al año en el que ha sido embaldosado, pues la fecha es ininteligible y solo puede leerse:

HIZOSE

AÑO DE

......

Es notable la cajonería de castaño que ostenta la sacristía: los bien tallados relieves muestran los atributos del martirio de Santa Eulalia, y los episcopales, que deben referirse a Santo Dolfo.

La antigua iglesita, sin uso durante largo tiempo, acaba de ser, en parte habilitada para capilla. Junto a uno de sus muros se ve un famoso sepulcro, que se relaciona con un hecho milagroso ocurrido en estos sitios reinando Ordoño I o Bermudo II.

Según cuentan las crónicas y acoge crédulamente el P. Carballo, como otros escritores, el Obispo de Iria, Ataulfo , fue acusado por cuatro esclavos de un pecado horrendo, y el Rey sin depurar la verdad, ordenó al prelado se le presentase sin demora. Sale éste de Compostela, en su litera llevada por dos mulas, camino de Oviedo, donde estaba la Corte, y al avanzar por Asturias y trasponer las cumbres del Fresno, lanza una exclamación de gozo al ver el panorama que se desarrolla a su vista, fijándose particularmente un una iglesia (que era la de La Mata) emplazada en medio de la llanura; y tanto le agradó la situación del templo, que mostró deseos de ser allí enterrado cuando falleciese, lejos de pensar que muy pronto Dios cumpliría su gusto. Siguió su camino el buen prelado, llegando a Oviedo al siguiente día de madrugada, y después de celebrar el santo sacrificio de la Misa en la iglesia de San Salvador, se encaminó al Real Palacio, donde, al cruzar tranquilo el extenso patio, el Rey, que le esperaba, mandó soltarle un toro bravísimo que tenía encerrado a prevención. La fiera embiste al Obispo; mas de repente se para y baja dócilmente sus armas, como ofreciéndolas al inocente; las coge Ataulfo y quedan en sus manos sin esfuerzo alguno, con admiración de los presentes, que consternados le piden perdón.

Las astas del toro largo tiempo estuvieron colgadas en la puerta de la Catedral, patentizando el prodigio y el triunfo de la inocencia y santidad sobre la calumnia y la perfidia.

De vuelta el prelado a su diócesis, apenas entra en el Concejo de Grado, fallece de repente; mas sus acompañantes, no obstante, acuerdan continuar el viaje con el cadáver depositado en la litera; pero al llegar al punto en que el camino pasa más cerca de Santa Eulalia de Valdeprámaro, se espantan las mulas, atropellan al conductor y emprenden vertiginosa carrera, sin que las detengan bardales ni otros obstáculos, y van a dar a la iglesia de Santa Eulalia de la Mata, donde se paran tranquilamente con el cadáver dentro de la litera. Todos los circunstantes creyeron que era el caso milagroso, y un aviso del Cielo para que allí se enterrara el santo Obispo, como se verificó con pompa inusitada, quedando providencialmente cumplido el deseo por Ataulfo mostrado al bajar las cuestas del Fresno.

Desde entonces a través de tantos siglos, sigue reposando en la iglesia de La Mata el cuerpo de Santo Dolfo, donde ha sido venerado y se le dio culto, aun después y a pesar de haberlo prohibido el Obispo Pisador a principios del siglo XIX, cuando visitó la iglesia, si bien desde aquellos días el fervor a ido decayendo, y los fieles no besan ya la urna, ni ante ella se prosternan, encendiendo cirios o velas que ardían noche y día.

A causa del suceso se llamó la iglesia de San Ataulfo, y por contracción mas tarde de Santo Dolfo, reproduciéndose en diferentes objetos del culto la escena del toro, en el momento en que le quedan a Ataulfo las astas en la mano, como hoy lo está en uno de los estandartes.

El sarcófago es de tosca piedra mal labrada, sin inscripciones y de unos ocho pies de largo, como el primitivo, que puede verse destrozado fuera del templo, diferenciándose únicamente las dos urnas en que la actual está desprovista de todo adorno, y la primitiva tiene dos círculos concéntrico y una cruz latina el el centro.

Defiende el monumento una fuerte verja de hierro puesta por mandato de Pisador para dificultar el culto, cuando lo prohibió.

Se ha dicho que el ser por este Obispo abierta la urna, se trasladaron al cementerio los resto que encerraba, quedando vacía; pero es incierto, porque el actual ilustrado párroco de La Mata abrió el sepulcro y ha visto los huesos, algunos en perfecto estado de conservación.

Es fama en el contorno que algunos profanos abrieron la urna y ... cegaron, y que la nieve jamás se posa sobre el tejado que cobija el sepulcro.

¡Ni un átomo siguiera cayó allí!

La tradición lo afirma.

¡Respetémosla!

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