Somiedo
Este concejo del sector suroccidental de Asturias, enclavado en el centro de la Cordillera Cantábrica -que constituye su frontera con la provincia de León-, limita al norte con Belmonte de Miranda, al este con Teverga, del que lo separa El Cordal de la Mesa, y al oeste con Cangas del Narcea y Tineo. La carretera principal del municipio es la comarcal AS-227 que, procedente de Belmonte, lo cruza de norte a sur. La orografia de Somiedo es muy accidentada, resultado de una compleja estructura geológica sometida a un proceso de erosión diferencial y a la acción del glaciarismo cuaternario. Presenta alturas que varían entre los aproximadamente 400 metros de Aguasmestas y los 2.187 del pico El Cornón, y todo el valle del Somiéu posee un marcado carácter de montaña, por su altitud y su sistema de pendientes. En la Cordillera Cantábrica sobresalen además las cumbres de Penaorniz, Los Picos Albos y El Tarambicu, situadas en la zona suroriental del municipio. El río más importante que cursa el concejo es el Somiéu -afluente del Pigüeña-, del que a su vez son tributarios el Saliencia y el del Val.le. Cuenta también con varios lagos: el del Val.le (el más extenso de Asturias, con 24 hectáreas), los de Saliencia (el L.lanegru, el Cerveiriz y el de la Cueva) y los del Páramu. Todo el territorio somedano está declarado Parque Natural, por tratarse de una de las áreas naturales y etnográficas más ricas de España. La especie dominante en sus bosques es el haya, seguida de robles, fresnos, abedules, encinas y una extensa variedad de flores, y en cuanto a fauna destaca la presencia del oso pardo, junto al lobo, el zorro, el tejón y la nutria, el ciervo, el corzo, el rebeco, el venado, el jabalí y más de cien especies de aves, junto a reptiles y anfibios. La ganadería bovina es la fuente de riqueza básica de Somiedo, con un predominio claro de la denominada raza asturiana de los valles, a la que siguen el ganado equino, caprino y ovino; en este apartado hay que reseñar el mantenimiento de la tradicional práctica de la trashumancia. Muy vinculada a esta actividad está la agricultura, con el cultivo de pequeñas cantidades de patatas, cereales y legumbres para el autoconsumo. La apicultura ha experimentado un cierto auge en la década de, los noventa. En el sector secundario despunta la obtención de energía eléctrica desde principios de siglo, con las centrales de La Malva y La Riera, y en el terciario el aprovechamiento turístico, iniciado en los últimos años gracias a una mejora de las comunicaciones, al incremento de la oferta hotelera y a la comercialización de sus productos agropecuarios.
Capital: Pola de Somiedo
Población: 1700 habitantes
Extensión: 291 km2
Descripción : La primera referencia documental sobre la fundacion de la Puebla de Somiedo es de 1269 y en ella el abad del convento de Santa Maria de Belmonte cedia al concejo de Somiedo unos lugares para el asentamiento de la misma.
HISTORIA DE SOMIEDO
En
Somiedo se encuentran aún formas originales de vida que han servido
a sus gentes, a lo largo de los siglos, para explotar, modelar y, en definitiva,
hacer habitable una naturaleza que impone duras condiciones para su «domesticación»,
de la que posiblemente fueron pioneros pueblos agrícolas y ganaderos
del prehistórico periodo Neolítico, aunque los vestigios arqueológicos
más antiguos del concejo correspondan a la posterior Edad de Bronce
(2.000 antes de Cristo); de entonces son varios túmulos, como el hallado
en las proximidades de El Coto de Buena Madre (El Couto), o el hacha de talón
y anillas descubierto en Santullano, lugar perteneciente a la parroquia de
Pigüeces.
Posteriormente, los astures, siempre extraños a todo contacto con el exterior,
encerrados en sus dominios e independientes de Roma hasta finales del siglo I
a. de C., fomentaron en estas tierras, donde estuvieron representados por los
pésicos —pueblo ocupante de la zona centro-occidental de Asturias—,
una cultura castreña, en vigor desde el 500 a. de C. al 300 d. de C.,
que dejó en Somiedo asentamientos tan importantes como los castros aún
por estudiar de El Castietcho en Gúa, La Corona en Pola de Somiedo, del
que se ha dicho que posee siete fosos defensivos, y El Remonguilla en La Riera.
Asimismo fechables en la Edad Antigua y atribuibles a una civilización
prerromana son varios hallazgos numismáticos. Hacia 1920, el asturiano
Aurelio de Llano, egregio investigador y folclorista, anunció haber encontrado
un denario ibérico de plata en Gúa. Años después,
al cavar el terreno de un paraje cercano, bautizado como El Cavao de las Pesetas
(El Coto de Buenamadre), con frecuencia solían quedar al descubierto varias
monedas. Un estudio del conjunto numismático efectuado en los años
cincuenta concluyó que se trataba de denarios de plata ibéricos
acuñados en Segóbriga y datables en el año 130 a. de C.,
mientras que mucho más recientemente Carmen Fernández Ochoa defendía
su pertenencia a un periodo comprendido entre el 105 a. de C. y la época
de Augusto. Sin embargo, continúa siendo una incógnita cuándo
y cómo llegaron hasta aquí y el porqué de su ocultación
o guarda.
La huella de la dominación romana de Somiedo, menos profunda que en el
vecino término municipal de Belmonte de Miranda y en otras partes del
occidente astur al carecer aquél de oro u otros minerales atrayentes para
el invasor, quedó especialmente impresa en la calzada del puerto de La
Mesa, más comúnmente conocida como El Camín Real, una vía
de alto valor estratégico abierta por los romanos por encima de los cordales
para comunicar el centro de Asturias, Lugo de Llanera ( Lucus
Asturum ),
con la ciudad leonesa de Astorga ( Asturica
Augusta ),
enmarcándose así en la llamada «Ruta de la Plata».
La importancia de esta ruta cimera, que era el principal acceso a Asturias desde
la Meseta, fue tal que en sus inmediaciones se libraron destacables batallas
durante la Reconquista; viajeros y mercancías transitaron habitualmente
por esta calzada hasta finales del siglo XVIII. Juan Martín afirma que «resultó clave
durante la época romana, la invasión musulmana y la posterior expansión
del Reino Astur». En Somiedo, el Camino discurre por los cordales del límite
oriental del concejo y atraviesa el alto de San Lorenzo. (Veáse el apartado «Calzada
Romana».)
Somiedo, sobre cuyo territorio y primitivo nombre propio, Sumetum, aparecen
las primeras informaciones escritas en el periodo altomedieval, a partir de los
siglos XI y XII y gracias al gran desarrollo ganadero de Asturias, gana protagonismo,
convirtiéndose en un espacio muy apetecible por sus ricos pastos y baldíos
para los monasterios de la zona suroeste asturiana, dueños de grandes
propiedades ordenadas de acuerdo con una abundantísima cabaña ganadera
trashumante y poseedores de un enorme poder social, político y económico,
hasta el punto de mandar por completo a finales del s. XII en la tierra somedana.
Es el caso del monasterio de Santa María de Lapedo, instalado en Belmonte
y ocupado por monjes, que dominaba el valle del Bajo Somiedo y el Pigüeña
y cuya influencia a partir de la decimosegunda centuria fue la más determinante;
del de Santa María de Gúa, fundado en la segunda mitad del XII
por Fernando II de León (1157-1188) y su mujer doña Urraca, habitado
por una comunidad de religiosas cistercienses —que en 1412 se trasladaron
a Avilés—, a las que dicho monarca otorgó el coto de Gúa
(«desde la piedra del Puerto que está en el Campo pasado el reguero
contra Babia, hasta la otra piedra que está en las tellas de Baldeyane»)
y regidor del Alto Somiedo y las Babias leonesas, así como del cenobio
de San Salvador de Cornellana, en el concejo de Salas, propietario de Urria y
el valle de Perlunes.
Sin embargo, como muy bien señala J. Martín, «a mediados
del siglo XIII la política de distribución del territorio se modifica
sustancialmente. Las donaciones reales a los centros monásticos desaparecen,
a la vez que se fundan numerosas polas (pueblas),
en áreas ya pobladas pero con una distribución de población
dispersa. El objetivo de Alfonso X con estas medidas es potenciar la creación
de centros urbanos que atrajesen y concentrasen la población, centralizando
la vida administrativa y económica de los núcleos rurales circundantes,
contrarrestando simultáneamente el poder de los monasterios», contra
el que brota una manifiesta oposición. En 1269 el mencionado monarca concede
carta de puebla a los concejos de Somiedo y Belmonte de Miranda, ubicándose
inicialmente la pola en el lugar belmontino de Agüera, concedido para tal
propósito por el poderoso cenobio tras las negociaciones mantenidas en
marzo de ese año por los representantes concejiles con su abad. La primitiva
puebla, que había fracasado en el intento de aglutinar ambos territorios
y de adquirir estructura urbana, se traslada en fecha ignorada a su emplazamiento
actual, la Pola de Somiedo, que en 1277 constituye una hermandad en el lugar
de La Espina con el concejo de Avilés y las pueblas de Pravia, Grado,
Salas, Valdés, Tineo, Cangas y Allande para garantizar el orden público
y la protección de sus intereses frente a la ambición de las entidades
monásticas de mayor peso en la comarca, que desde el siglo XIV comienzan
un pausada decadencia, en favor de una nobleza laica que asume la defensa y administración
de los bienes y derechos del monasterio, en régimen de encomiendas. El
primer gran beneficiado de la nueva situación fue la dinastía de
los Quiñones. Uno de sus miembros, Pedro Suárez de Quiñones,
conde de Luna, en recompensa por su participación en el sofocamiento de
las rebeliones del conde don Alfonso, recibe en 1396 de Enrique III, además
de los municipios leoneses de Riba de Sil y Laciana, el de Somiedo, rompiendo
así el rey su juramento de no enajenar tierra asturiana en favor de noble
alguno. La sentencia favorable obtenida por el Concejo en 1496 supone su reversión
a la Corona Real durante el reinado de los Reyes Católicos y el fin de
una larga etapa de abusos y atropellos cometidos por el linaje de los Quiñones,
al amparo del privilegio concedido, y combatidos por vecinos y vaqueiros con
sus litigios y protestas ante la Corte. Sin embargo, esta liberación será efímera,
pues otra gran casa, la de los Miranda, se hará, junto con los Omaña
y los Flórez, con el total control de Somiedo, donde compra con fraude
los cotos realengos de Gúa-Caunedo y Aguino-Perlunes, muy en la línea
de la innoble práctica caciquil que en lo político y económico
la caracteriza desde su ascenso al poder en el s. XVI hasta su desaparición
de la escena asturiana en el XVIII. La inevitable decadencia de los Miranda coincide
en el tiempo (ss. XVII y XVIII) con nuevos episodios del enfrentamiento por los
pastos, como el de la llamada revolución
de las cercas ,
que emprenden agricultores y ganaderos, cuyos intereses chocan con los de la
nobleza. Ese agravamiento de la batalla por la propiedad y la utilización
del territorio se explica, fundamentalmente, por el crecimiento demográfico.
Es también éste el momento del afianzamiento de los vaqueiros de
alzada como «grupo social y económicamente diferenciado»,
brillantemente estudiado en los últimos años por el antropólogo
Adolfo García Martínez, quien efectuó su trabajo de campo
en los muchos pueblos vaqueiros existentes en Somiedo, entre ellos La Falguera,
Perlunes, La Peral, La Llamera, El Puerto y Caunedo (véase apartado «Vaqueiros»).
Los miembros de este grupo étnico podrán administrar sus haciendas
tras legalizarse en 1781 los cerramientos sobre los comunales, después
de un prolongado contencioso del campesinado asturiano contra la nobleza y contra
unas Ordenanzas dictadas por el gobierno del Principado que favorecían
descaradamente la ganadería trashumante.
Ya en el siglo XIX acontece la guerra de la Independencia, obligando a la Junta
Superior de Armamento y Defensa de Asturias a refugiarse «en Somiedo, en
mayo de 1810 ante el hostigamiento del general francés Bonet, que llega
a creerla disuelta. Procedente de Luarca, la Junta recorre la geografía
somedana (Las Morteras, La Pola, Villar de Vildas, y Caunedo —Caunéo—),
declara al concejo Cantón Militar, y huye hacia León ante el avance
enemigo» (J. Martín). Después de finalizar el conflicto bélico,
el concejo de Somiedo adquiere su configuración actual, una vez que se
abole en 1827 el régimen señorial. De esta manera pasan a formar
parte del Ayuntamiento de Somiedo dos cotos que estaban fuera de su jurisdicción:
el de Clavillas y Valcárcel, propiedad de la casa de Omaña, y el
de Aguino-Perlunes, que pertenecía conjuntamente a los Flórez y
a los marqueses de Valdecarzana. Un tercer coto, el de Gúa-Caunedo, antaño
en manos de la casa de Miranda, ya había sido adquirido por los vecinos
a mediados del siglo XVIII.
La primera guerra carlista afecta al concejo. Aquí, en 1836, se producen «desiguales
encuentros entre el batallón Primero de Asturias al mando de José Flores
y el ejército liberal» (J. M. Rguez.) y el 26 de octubre de ese
año la partida carlista del general Sanz, en su precipitada huida de Asturias
ante el contundente acoso liberal, utiliza los puertos de La Mesa y Somiedo.
El concejo somedano entró en el siglo XX manteniendo la hegemonía
de las actividades agrarias. En los primeros años la excepción
sería la puesta en marcha en verano de 1917 de la Central hidroeléctrica
de La Malva, la primera del concejo, explotada por la Sociedad Civil Privada Saltos
de Agua de Somiedo ;
ubicada en el paraje conocido como Cueva de La Malva, en la margen derecha del
río Somiedo —aguas arriba de la Mesta del río Saliencia— y
al pie del monte Gurugú, desde entonces, ininterrumpidamente, la Central,
que luego fue ampliada, sigue produciendo energía. Su establecimiento
en la segunda década del siglo trajo la prosperidad económica,
sirviendo de momentáneo freno a la emigración en un concejo amenazado
por la despoblación. La Malva aprovecha el agua de unas cuencas topográficas
que totalizan casi 39 kilómetros cuadrados y produce una energía
media anual de 43 GWh.
Durante la guerra civil española quedó fijado el frente de lucha
en el contorno de El Puerto, donde resultaron particularmente duros los enfrentamientos
invernales entre las tropas republicanas y las de los insurrectos, con dominio
alterno, que se rompió en octubre de 1937 coincidiendo con la rendición
a los nacionales de
la zona central de Asturias, que se mantenía fiel a la República.
El 25 de octubre de ese año el teniente coronel Manso y sus hombres protagonizan
la marcha definitiva sobre el concejo.
Después de la contienda civil, las actividades agropecuarias continúan
siendo el soporte económico de Somiedo, que se especializa en la ganadería
enfocada hacia la producción de carne para abastecer a la zona central
de Asturias, sometida a una fuerte industrialización, a la que Somiedo
permanece ajeno. La Central hidroeléctrica de La Riera, el segundo de
los saltos de agua somedanos, que, aprovechando las aguas de los ríos
Somiedo y Saliencia, comenzó a funcionar en enero de 1946, produciendo
actualmente una energía media anual de 36 GWh, y las modestas explotaciones
mineras de Saliencia (hierro) y Caunedo (cinabrio), abiertas entre 1950 y 1978,
son lo más representativo de unas actividades no agrarias que siguen teniendo
escaso peso en la economía local.